Amo el silencio con la paz del campo
con la quietud de templos y de ermitas
los cementerios con sus cruces blancas
y tambien la quietud de las campiñas.
Quiero lo elemental y lo sencillo,
como los animales y los niños
lo tranquilo de rios y cascadas
y los ancianos con su piel de armiño.
Temo a los humanos, pues son fieros
mis mejores amigos son los libros,
los perros, las florez y la música
y la luz mortecina de los sirios.
Nací con el espiritú cansado
no le encuentro las dichas a la vida
estoy mustia y cansada como el árbol
deshojado a la vera del camino.
Hexilda
sábado, 24 de mayo de 2008
Amo
Hasta luego
Me dijiste que hasta luego
y luego es luego, no ayer...
que nos volvamos a ver
en la muerte, en el silencio
ya nada; nada mas espectral
de ese encuentro tan mental
donde con abrazos tiernos
nos volvamos a encontrar.
Hexilda
sábado, 17 de mayo de 2008
Romance de los dos hijos
Ella fue una mujer sola,
que hizo de padre y madre,
luchando con vehemencia
para salir adelante.
Soñaba con imposibles
como en trigales dorados
y ver crecer a sus hijos
y hacerlos profesionales.
Pero sus hijos crecieron
el mayor cogió su estado
y olvidó que alguien lo quizo
y luchó por verlo honrado.
El amor se tornó en odio
y en rencores trasnochados
quien lo dirigió en la vida,
es alguien olvidado.
Ya en esa mujer macilenta, sola vieja y cansada,
no vé sino los defectos
y errores del pasado.
El segundo, el mas querido
el amor idolatrado,
un día sin darse cuenta
cogió el camino equivocado.
Salió de su niñez pura
con reflexiones de grande,
y todas sus fantasias
se quedaron en la infancia
Penetrando en la caverna
negra y atroz de la vida;
se deshizo de su infancia
y todas sus fantasias.
Cuando ya se sintió un hombre
se fué cruzando caminos
bodeados de ilusiones,
y el niño se volvió grande.
Y luego sintió en su rostro
la ternura de la barba
y el peso de la existencia
ya le dolía en las manos.
En un diciembre cualquiera,
el joven salió de casa
jurando que volvería;
a las siete de la tarde.
Las tinieblas de la noche,
eran de rabia y hiel
el frío era tan intenso
que le azotaba la piel.
Pero no regresó nunca
al hogar donde nació
desprevenido y tranquilo;
la muerte se lo llevó.
Fue una muerte atroz y dura
la que acabó con su vida;
en su hogar ya solo quedan
las ruinas de su partida.
Y ahora esa mujer sola;
se encuentra mustia y vencida
llora su angustia y su rabia
por los hijos ya perdidos.
Hexilda Tamayo